Paseando por Tirso de Molina, seguí por la calle Lavapies, me pareció que había transpasado una puerta mágica y estaba en Asía a lo largo de la calle hay una decena o más restaurantes indus, tiendas árabes, locutorios y otros negocios de gente foránea.
El lavapies que recordaba de gente castiza y las tiendas tradicionales había desaparecido, y yo parecía un intruso por las calles multiraciales y mi rostro pálido desentonaba con los nuevos colores de la calle.
lunes, 11 de mayo de 2009
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